A pesar de eso, nos desafiamos y buscamos hacerle rapel a nuestro instinto anclándole las ganas al suelo. Incluso a veces lo enterramos por completo sellado con concreto.
Le hacemos un bunker a nuestra impulsividad y la alimentamos con frases célebres e inspirativas, con libros, canciones, lo que sea que tu alma acepte, para hacerle creer – a tus instintos, ganas e impulsividad – que están llenos, que eres corriente libre y un ser sin cautela. No hay nada más desviado de la verdad.
Queremos ser maestrazgos de nuestro ser pero le tenemos miedo a nuestra naturaleza. Nos boicoteamos la felicidad, nos frenamos la alegría, nos administramos el deseo, nos bloqueamos el (al) amor… nos prohibimos aceptar porque nos da vulnerabilidad, nos pone en una guerra sin nombre, en una cruzada con nosotros mismos como si estuviésemos en el Coliseo librando batallas con todos nuestros demonios, miedos, fantasmas, decisiones, pasado, presente y futuro.
Ni correr ni estancarse, ni desbocarnos ni frenarnos, ni atropellar ni frenarnos. Aceptar (nos) y dejar que fluya (mos).
Gracias por acomodar el título.
Me gustaMe gusta
Gracias por el coment =). La idea era que el título fuese tan estridente y casi que incómodo que fuese ‘imposible de desviar la atención’ de él. Sin embargo, pasó ser algo negativo, así que… Bon vogaje al título.
Me gustaMe gusta